Una noche en la que no existen los minutos. Una noche en la que la ciudad pierde el pulso. Una noche en la que se para el tiempo. Así es la Madrugá sevillana, una sucesión de vuelcos al corazón que invaden las calles de la tierra de la Esperanza de punta a punta. Contrastes. Sombras y luces. Toda una serie de sensaciones que no se pueden apenas resumir en unos párrafos. Una noche misteriosa, que viene y se va dejando un surco en el alma, haciendonos creer al alba que todo ha sido un sueño. Que mejor manera de comenzar esta noche mágica, que con las instantáneas de la considerada como "Madre y Maestra", el Silencio, la cofradía por antonomasia, que viene desde el antiguo convento de San Antonio Abad. Una cofradía que a su paso no deja indiferente a nadie, una catequésis plástica desde los primeros niños de libreas hasta el último varal de su expléndido y original paso de palio. La cofradía.
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