Cuando aun saboreamos como se va en la lejanía el exquisíto paso de palio de la Hermandad del Silencio, la Madrugá enmudece con un regero de devoción que viene desde la plaza de San Lorenzo. El reloj se para, la emoción se palpa, el corazón se acelera, y es que, sencillamente, se acerca el hijo de Dios, el Señor de Sevilla, El Gran Poder. El andar balanceado como aquel niño de cuna, hace que ande por las calles de la ciudad, majestuoso e imponente. Y tras Él, un derroche de buen gusto con el palio de su madre del Traspaso. Una cofradía digna de Sevilla, una imagen hecha para Sevilla. Dios bajó de los cielos, para querer posarse en la tierra de la Madre de Dios.
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