Quizás sea la hermandad de la Madrugá que pasa más desapercibida, y para mí, es lo que le hace darle ese toque de sabor y distinción. Un cortejo elegante, de capirotes altos y cirios a la cintura. Silencio en el más puro de sus estilos, donde sólo el cantar de las Saetas lo rompen. Imagen cristifera soberbia la del maestro Ocampo. Dulce y dolorosa la madre de la Presentación de Astorga en su elegante paso de palio. Una hermandad por antonomasia. La madrugá de lo discreto.
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